En estos días de tanta incertidumbre acerca del precio de la electricidad y de tensión debido a la constante subida de los precios, me gustaría hablaros de uno de los principales señalados como culpable de esta inesperada e inoportuna subida de precios: el CO2.
Como si no tuviéramos suficiente tarea con tratar de entender la factura de la luz y toda la complejidad que hay detrás en el mercado mayorista de electricidad, en las últimas semanas todo el mundo habla de que el principal culpable de la reciente subida del precio es el coste del CO2. Siendo sinceros, el dióxido de carbono nunca ha tenido muy buena fama por ser uno de los principales causantes del efecto invernadero pero, ¿también vamos a culparle de que este invierno nos cueste más iluminar nuestro árbol de navidad? ¿Qué ha cambiado para que haya pasado de ser un completo desconocido a uno de los criminales más buscados?
Han pasado varios meses desde que dimos la vuelta al mundo repasando la historia del mercado de CO2, conocido oficialmente como Régimen de comercio de derechos de emisión de la UE (EU ETS por sus siglas en inglés). El principal objetivo es el de regular las emisiones de CO2 a la atmósfera mediante un sistema de mercado: la Unión Europea fija la cantidad total de contaminación que podemos emitir en conjunto y después reparte los derechos por países.
Existe parte que se asigna de manera gratuita a las empresas e industrias para evitar lo que se conoce como “fuga de carbono” y parte que se subasta de manera periódica. Además, los participantes pueden acudir a mercados secundarios para comprar y vender los derechos de emisión (EUA por sus siglas en inglés “European Union Allowance”) y así disponer de créditos suficientes para compensar las emisiones anuales. Vamos, que todos los años nos van a preguntar cuánto hemos contaminado y tendremos que entregar una cantidad de EUA equivalentes como justificante de que hemos cumplido con nuestras obligaciones.
Pero no somos los únicos, ya que en este mercado participan de manera conjunta todos los países de la Unión Europea además de Islandia, Liechtenstein y Noruega, acumulando 11.000 instalaciones de gran consumo de energía entre centrales de generación y plantas industriales.
Antecedentes judiciales
Entonces, si el precio de estos derechos está regido por la ley de la oferta y la demanda. ¿Qué ha cambiado para que de repente nos empecemos a preocupar por ellos? Como en muchas cosas en la vida, es bueno analizar de dónde venimos para saber a dónde vamos.
Si vemos lo que ha pasado en este año con los derechos de emisión los números son claros: empezamos el 2018 a 7,80 €/EUA y en el mes de septiembre se marcó un récord a 25,25 €/EUA. Pero vamos a remontarnos al origen de los tiempos (del mercado de CO2, no os asustéis):
Durante la breve historia del mercado ha habido diferentes épocas de subidas y bajadas, pero las más destacables son la gran caída en los precios hasta abril de 2013 y la subida de 2018. Aunque ahora no esté en el momento más barato como para derrocharla, vamos a intentar arrojar algo de luz a estas tendencias y así entender qué es lo que está pasando.
En el año 2003 se implantó el Régimen de comercio de derechos de emisión de la UE, definiendo el objetivo conjunto de la Unión para rebajar las emisiones y así cumplir con las obligaciones contraídas en Kioto, diseñando los planes de asignación por países según las estimaciones de crecimiento que existían por aquel entonces:
El problema en esta fase fue que las previsiones económicas que había en aquella época fueron mucho más positivas de las que hubo realmente. Se estimó que Europa iba a mantener el nivel de crecimiento de la última década, contaminando más por la actividad industrial, y se calcularon los volúmenes de emisiones permitidas con esta premisa. Creo que no hace falta recordar la gran crisis financiera y social que hemos sufrido desde el año 2008, donde el impacto en el Producto Interior Bruto (PIB) y en la actividad de cada país fue mucho mayor de lo que se había esperado. ¿Conclusión? Que en el mercado se estaban subastando y asignando más derechos de emisión de los que eran necesarios, por lo que el precio de los EUA bajó hasta niveles en los que perdió totalmente su finalidad: propiciar un cambio hacia tecnologías más limpias y económicamente más favorables (mediante la penalización de las tecnologías “sucias” al tener que comprar estos derechos). Vamos, que dentro de lo que es la cadena de costes de generación el CO2 llegó a ser “otro más” y no algo limitante.
Cuando se hizo un análisis de los cumplimientos al terminar el primer periodo de compromiso (2008-2012), todos nos felicitamos por haber sido capaces de reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Desgraciadamente, siendo un poco más quisquillosos, resultó que más de la mitad de esta mejora fue debido a la crisis económica, no a las acciones medioambientales y que cumplimos casi sin quererlo:
Sentencia al reformatorio
Estaba claro que algo no funcionaba y los expertos se pusieron manos a la obra para intentar corregirlo. Se diseñó una manera de limitar la oferta de derechos, reteniendo el volumen excedente y quitándolo de las subastas conocido como Reserva de estabilidad del mercado que se pondrá en funcionamiento en enero de 2019. El objetivo perseguido es doble: neutralizar los impactos negativos del excedente de derechos existente y mejorar la resiliencia del sistema ante futuras crisis.
En la siguiente figura se puede apreciar que, con las medidas adoptadas, se disminuirá el excedente de derechos que ahora mismo inundan el mercado:
Sin embargo, aunque las medidas adoptadas por el Parlamento Europeo el pasado mes de febrero no entrarán en vigor hasta el próximo año, nos encontramos dentro del mismo periodo de compensaciones (2013-2020) y se pueden comprar EUA y acumularlos para usarlos en cumplimientos posteriores. Este adelanto de compras sería una de las principales causas por las que el precio se ha incrementado de manera exponencial desde el mes de febrero.
Por supuesto, a esto hay que añadir algunas otras variables temporales que están afectando actualmente al mercado eléctrico: aumento en los precios de las materias primas como el petróleo o el gas natural, indisponibilidades en centrales nucleares, baja generación renovable, años secos en parte de Europa… esto provoca que haya que generar más electricidad con tecnologías tradicionales y más contaminantes que necesitarán adquirir los EUA necesarios para compensar sus emisiones.
Para hacernos una idea aproximada, con la compra de 1 EUA podríamos generar 1 MWh con carbón o 3 MWh con gas natural, y este coste asociado se traslada a las ofertas que los generadores realizan al mercado mayorista de electricidad. Esta asimetría de funcionamiento es la que provocaría que por encima de un umbral de precios de los EUA (entre 30 y 40 €/EUA según varios analistas, la generación utilizando gas natural será más barata que con carbón). Por esto, aun suponiendo que el coste de los combustibles fuera el mismo (que no lo es), generar energía eléctrica con estas tecnologías térmicas es mucho más caro que en 2017 y el precio del mercado también subirá en consecuencia.
Sumario
Como resumen muy conciso, podríamos decir que venimos de unas condiciones de mercado muy beneficiosas (eléctricamente hablando porque desde el punto medioambiental está claro que no), se han tomado medidas que han modificado las condiciones de oferta y el precio de las emisiones ha subido, lo que se ha trasladado al mercado de electricidad. Mucho me temo que mientras los precios se mantengan al menos en estos niveles, la preocupación por el mercado del CO2 se quedará con nosotros y se convertirá en un sospechoso habitual.