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Energía activa y reactiva: ¿cuál es la diferencia?

En nuestro día a día, utilizamos electricidad para hacer funcionar todo tipo de dispositivos, desde electrodomésticos hasta la iluminación. Sin embargo, pocas veces pensamos en la naturaleza de la energía que consumimos. Existen dos tipos principales de energía eléctrica: la energía activa y reactiva. Aunque ambas circulan por nuestras instalaciones, cumplen roles muy distintos. En este artículo de AEQ Energía te contamos qué es cada una y cómo interactúan para ayudarte a optimizar el consumo eléctrico y reducir tu factura. ¡Vamos allá!

¿Qué es la energía activa?

La energía activa, también conocida como energía real o útil, es la que utilizamos para hacer funcionar los aparatos eléctricos. Es aquella que convierte en trabajo, luz, calor o movimiento. Por ejemplo, cuando encendemos una bombilla, la energía activa se convierte en luz; cuando ponemos a funcionar un electrodoméstico, la energía activa se transforma en el trabajo que realiza ese dispositivo.

Esta energía es la que realmente consumimos y por la que pagamos en nuestra factura eléctrica. Se mide en kilovatios-hora (kWh), que es la unidad con la que estamos más familiarizados cuando revisamos el consumo de electricidad.

Para explicarlo de manera más sencilla: si pensamos en la electricidad como agua que circula por una tubería, la energía activa sería el volumen de agua que realmente usamos para regar las plantas, lavar los platos o beber. Toda el agua que pasa por la tubería pero no se usa para esos fines no sería considerada energía activa.

¿Qué es la energía reactiva?

La energía reactiva, en cambio, no realiza un trabajo útil directo. Es una forma de energía que circula en el sistema eléctrico debido a la presencia de componentes reactivos, como bobinas o condensadores, que forman parte de ciertos aparatos eléctricos. Estos elementos generan campos magnéticos o eléctricos, que son esenciales para el funcionamiento de dispositivos como motores o transformadores.

Sin embargo, aunque esta energía no se convierte directamente en trabajo útil, es necesaria para mantener el correcto funcionamiento de ciertos aparatos. La energía reactiva fluctúa entre la fuente de alimentación y los aparatos que la utilizan, generando campos magnéticos que permiten el funcionamiento de motores, por ejemplo. Pero al no generar trabajo, no es facturable de la misma manera que la energía activa.

Para entenderlo mejor, sigamos con la analogía del agua. Imaginemos que el agua que circula por la tubería genera un movimiento necesario para que ciertos sistemas, como una bomba, funcionen. Ese movimiento es esencial, pero no se traduce directamente en agua utilizada para un fin concreto, como regar plantas o lavar platos. Sería como si parte del agua solo se necesitase para mantener en funcionamiento la propia tubería, pero no se empleadse directamente.

Es importante mencionar que en instalaciones industriales o comerciales de grandes empresas puede ser un problema, ya que su exceso puede provocar ineficiencias y costes extra. Además, las compañías eléctricas suelen aplicar recargos cuando el consumo de energía reactiva es elevado en este tipo de instalaciones, ya que sobrecarga las redes eléctricas sin generar trabajo útil.

¿Cuál es la diferencia entre energía activa y reactiva?

La diferencia principal entre la energía activa y reactiva radica en su función y en cómo afecta a nuestro consumo eléctrico. La energía activa es la que se transforma en trabajo útil, es decir, la que nos permite encender las luces, aclimatar tu pyme o hacer funcionar diferentes dispositivos. Esta es la energía que pagas y que realmente aprovechas.

Por otro lado, la energía reactiva es aquella que no genera trabajo directo, pero es necesaria para mantener el funcionamiento de ciertos equipos eléctricos que requieren campos magnéticos o eléctricos, como los motores. Aunque no la consumes directamente, su presencia en el sistema puede afectar la eficiencia del mismo.

Otra diferencia clave está en cómo se miden y gestionan la energía activa y reactiva. La energía activa se mide en kilovatios-hora (kWh), que es la unidad que encontramos en nuestras facturas de electricidad. La energía reactiva, en cambio, se mide en kilovoltio-amperios reactivos-hora (kVArh) y en instalaciones industriales o comerciales su exceso puede generar recargos.

Para reducir el impacto de la energía reactiva en estas instalaciones, se utilizan sistemas de compensación, como baterías de condensadores, que ayudan a equilibrar el consumo eléctrico. De esta manera, se optimiza el uso de la energía activa, se reducen las pérdidas en el sistema y se evitan sobrecargos en la factura eléctrica.

En resumen, la energía activa es la que utilizamos directamente para realizar trabajo útil, mientras que la energía reactiva es necesaria para mantener el funcionamiento de ciertos dispositivos eléctricos, aunque no genera trabajo por sí misma. Entender la diferencia entre la energía activa y reactiva nos ayuda a gestionar mejor nuestro consumo eléctrico, especialmente en instalaciones más grandes o complejas.

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